A veces puede resultar sorprendente que personas evidentemente inteligentes estropeen su propia vida o la de los demás con su falta de conciencia emocional, su falta de empatía o al entregarse a emociones insanas. Es natural esperar que las personas inteligentes también sean capaces de comprender la complejidad de las emociones y las relaciones humanas, pero no siempre es así.
La inteligencia racional bien utilizada suele incluir el amor por el aprendizaje, el cuestionamiento de cosas e ideas, el pensamiento a largo plazo y global, y la visión de diferentes perspectivas. En el mejor de los casos, todo ello contribuye también a una mayor comprensión de la psicología y las relaciones humanas. En ese sentido, la inteligencia racional y la emocional están en cierto modo correlacionadas y pueden desarrollarse simultáneamente. Pero no siempre ocurre así.
Empatía y educación
La empatía, la capacidad de imaginar fácilmente cómo se pueden sentir otras personas, está en el núcleo de la inteligencia emocional; a través de la empatía podemos aprender cómo nuestras palabras y acciones influyen en otras personas y cómo encontrar el equilibrio entre nosotros mismos y los demás. Sin embargo, la capacidad humana de empatizar varía de un individuo a otro; al igual que otras capacidades humanas, nuestro potencial genético y nuestros entornos se combinan para crear grandes diferencias.
Algunas personas tienen menos potencial genético para la empatía, pero a veces la educación ética puede compensarlo; o algunas de esas personas también pueden carecer de impulsos agresivos y dominantes; o su desarrollo intelectual puede permitirles comprender racionalmente las consecuencias complejas y a largo plazo de su comportamiento. Por tanto, incluso las personas menos empáticas pueden ser éticas en sus acciones. La ética no siempre significa que sean capaces de manejar sus propias emociones de forma saludable, o de anticiparse a lo que otras personas esperan de ellos, pero al menos las buenas intenciones están ahí. Algunas de esas personas encuentran un conjunto externo de reglas morales -como la religión- y pueden atenerse a él de forma bastante rígida. La peor situación es el bajo potencial innato de inteligencia emocional combinado con un entorno tóxico.
Algunos niños pueden nacer con más potencial para la empatía, pero su entorno puede desalentar su desarrollo; los niños pueden tener modelos tóxicos y violentos, o pueden experimentar tanta violencia y manipulación que su empatía natural da paso a la ira defensiva, el rencor o la amargura. Basándose en su experiencia, pueden sentir que la empatía es peligrosa; puede hacerles vulnerables, manipulables, más propensos a sentir culpa o experimentar decepción. Puede que reaccionen a su pasado en lugar de a su presente.
Conciencia de sí mismo
La empatía por sí misma no es suficiente para garantizar la inteligencia emocional; sin ciertos modificadores internos, la empatía puede convertirse fácilmente en falta de límites personales y, a veces, en falta de previsión y comprensión de las causas y consecuencias a largo plazo. Se necesita algo más; quizás una imagen de sí mismo sana que se resista a la manipulación, capacidad de observación, ver bajo la superficie, experiencia y quizás algo de intuición. Aunque la empatía se centra en los demás, la inteligencia emocional también se basa en la autoconciencia, en ser capaces de comprender nuestras propias y complejas emociones.
Para que los niños aprendan a conocer sus propias emociones, primero tienen que aceptarlas y acogerlas. Esto no es difícil en un entorno de apoyo y equilibrio. Sin embargo, si una familia es insana o abusiva, los niños pueden experimentar más dolor del que pueden manejar. Si esos niños tienen un fuerte potencial de inteligencia racional, o si experimentan que el enfoque racional les ayuda a disminuir o evitar el dolor, podrían aprender a utilizar el pensamiento racional como refugio de las emociones dolorosas. Aunque ciertamente ésta no es la peor defensa que podrían elegir, evitar las emociones significa una menor habilidad para comprenderlas; ya sean sus propias emociones o las de otros.
No todo está perdido en ese caso; entrar en contacto con las propias emociones es una habilidad que puede aprenderse. Al igual que muchas otras habilidades, es más fácil aprenderla en la infancia que más adelante en la vida. Aun así, se puede hacer y puede mejorar mucho tu vida.
"¿Qué significa esto para mí?"
En la práctica, es posible que desee prestar atención consciente para notar las expresiones de la inteligencia emocional (o la falta de ella) independientemente de las expresiones de la inteligencia lógica. Ten en cuenta que la inteligencia emocional será mucho más importante en tu relación con alguien que un alto coeficiente intelectual. Probablemente no quieras que tu pareja, amigo o compañero de trabajo sea estúpido e irracional, pero asegúrate de que tampoco esté emocionalmente atrofiado.
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